El secreto en la botella
Re-interpretar a Jorge Díaz en 1999, desentrañar el íntimo secreto de éste creador, buscar el punto de vista actual para darle contingencia a la puesta en escena, nos ha otorgado a todos por igual, el privilegio de ser puentes orgánicos, intérpretes de su textualidad: una dramaturgia tejida en un orden social que insiste en contrastar la realidad absurda, con la lógica interna de los acontecimientos. Un teatro que muestra la distorsión profunda del mundo objetivo y que subraya algunas posibilidades humanas, como son el amor y el humor, de romper el permanente e implacable cerco de presión existencial, presente en la vida del hombre y la mujer contemporáneos.
Vigencia de palabras perdidas, cruzadas, dobles, cambiadas, palabras que significan otra cosa, palabras signos, palabras símbolos, palabras látigos, palabras fabulosas. Palabras que hablan de soledad, tradición, libertad, muerte, moral, amor, dinero, sexo, ley y orden, de opresores y oprimidos, en fin, palabras que gritan y susurran las múltiples formas que adquieren las relaciones de poder. Palabras tan poderosas que son capaces de forzar la mirada, de torcer el destino, de alentar la osadía de ser diferente, de erguirse como secretos individuales tan potentes que, corriendo todos los riesgos, se convierten en actos de valentía: en acciones de arte.
Secretos encerrados en botellas viajeras que navegan por el mar del tiempo, secretos que persisten atrapados desde 1962 para volver a decir su palabra fabulosa y trascender, esperando encontrar algo, una señal, una reacción, un lugar donde caer, una oreja que las escuche, una boca que las vuelva carne, para re-insertarse y darle vida 37 años después, a esta versión femenina de «El Velero en la Botella».
Con la sensibilidad propia del panorama histórico que nos ha tocado vivir, la puesta en escena invita al espectador a mirar el Chile que navega en el velero de hoy. Un estado gemelo, relativo, dual, donde todo tiene dos caras, dos bocas, dos miradas, dos ojos, dos opiniones, dos opciones, dos comentarios, dos planos: uno privado y otro público, uno radiográfico y otro fotográfico, uno imaginario y otro real.
La dirección se centra en contar la historia que propone el texto dramatúrgico, buscando crear el montaje de una metáfora teatral que muestre la tensión de éstos opuestos, la acentuación de éstos contrastes, para denunciar que en el corazón de las relaciones familiares de nuestro país, habita una contradicción vital. Así textos, cuerpos, voces, emociones, músicas, espacios, objetos, vestuarios e imaginarios individuales superpuestos, pretenden articular una espesura de signos y pliegues colectivos, que traduzcan escénicamente, la esquizofrenia afectiva de Chile.
Muchas gracias a cada una de las personas que hicieron posible la realización de esta propuesta.
Verónica García-Huidobro V